Seis años. Que pasen. Así que pasen seis años.
Días y días cantando Ja no ens passa solo para acabar diciendo que sí, que a mí aún me pasa, aún salgo de noche y soy persona -de aquella manera, sí, pero persona- al día siguiente, y sí que improviso, y sí que me sale mal, y sí que me enamoro y me obsesiono y sigo pensando que tengo cosas que hacer, e intento hacerlas, aunque también salgan mal, aunque tampoco me importe. A jo encara em passa.
Seis años y una filología terminada sin saber muy bien cómo ni por qué, hasta hoy. Seis años que empezaron por un amor oculto, o solo curiosidad, por aquello que yo creía que era la literatura y que acabaron por abrirme las puertas a esa otra cosa llamada lingüística -whatever that means-. Xaviera, seis años. Que pasen. Así que pasen seis años. Años que por pretender ser de literatura acabaron siendo solo de bohemia de la mala, de la que solo incluye cerveza, en los que las musas nunca vienen por no estar nunca trabajando. Años que, con todo, no devolvería. Años a los que, con todo, no volvería.
...y las historias imperfectas
son las no acabadas.
[Esta vez de verdad, precioso, Pochis, perfecto, Pochis]
Ensayo sobre la ceguera, o la historia de no saber cómo he podido tardar tanto en recorrer mundos con mis dedos y mis ojos, que sí que pueden ver. Juegos entre narradores, que son siempre el mismo, y son todos, y son solo uno, y no son ninguno a la vez. Sentimientos desbordantes por medio de descripciones simples. La grandeza de lo simple. La perfección del error y otros desastres no animales. Citando el propio libro, lo que yo no entiendo es cómo pueden encontrarse en un solo cuadro pinturas tan diferentes y de tan diferentes pintores. O cómo se puede hacer tanto con esa cosa que es la escritura, la palabra. Palabras que o bien se lleva el viento o bien desaparecen al pasar página -y de ahí la expresión, al final todo es lo mismo- y que lo son todo siendo nada.
Ensayo sobre la ceguera, o de cómo vuelvo a reorganizarme para poder dedicarle tiempo. O de cómo vuelvo a ser una niña pequeña insistiendo a sus mayores con el dedo acusador para que miren lo que me obsesiona -pero, papá, mírame; pero, mamá, mírame-. Ahora siento y no siento mis discursos en favor de Orwell y aviso de que vendrán nuevos, más grandes y mejores en favor de Saramago.
Ensayo sobre la ceguera, o de cómo os echo de menos para saltar y caminar por las paredes. Para correr por avenidas persiguiendo mandarinas. Para viajar por el mantel. Para ver el mundo desde aviones de papel. Tiempo al tiempo.
Ensayo sobre la ceguera, o de por qué soy filoloca.
* * *
A Pochis, por jugar a hablar conmigo.
Genial ^^
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