Però a mi tant me fa [com si volgués dir "tant me fa"]
Soy lenta. Esto ya me lo venían diciendo desde hacía mucho tiempo, pero como soy lenta, lo asumo ahora. Veinte días tardé en deshacer la maleta de Suecia, unos cuantos más si contamos que la que trajera de Bélgica aún no estaba deshecha del todo. Más de veinte, y más de cuarenta días tardaré en dejar mi habitación ordenada, y solo la llegaré a ver así cuando me vaya.
Me voy en una semana. En una semana dejo mi casa, que no es la Casa de las Flores, pero es mi casa y me gusta -más o menos-. No acabo de asumirlo por completo. Este verano ha pasado volando. En una semana acaba mi verano oficialmente y sin embargo aún tengo marcadas mi rodilla y mi pie con las heridas de junio.
Las despedidas son propias de septiembre, pero este año mi septiembre se adelanta y, a mí, que soy lenta, me pilla en bragas. Todo el verano, incluso también el verano pasado, esperando para hacer paddle surf, y lo hago al fin esta semana; todo el verano esperando un día de playa sin controles, sin horas y sin trabajos, y lo tengo esta semana; todo el verano esperando visitar el faro del Cap de Ses Salines, y lo hago esta semana.
Ay, Ses Salines, y su camino, la "carretera del fin del mundo" como nos encanta llamarla, como me encanta llamarla. Recorrer ese camino que parece que desemboca en el mar, como realmente hace, es una parada obligatoria cada verano. No me gusta atarme ni a las cosas, ni a las personas, pero el Migjorn mallorquí, como el resto de la Isla, ejercen una fuerza distinta. Así que sí, al fin he recorrido esa carretera, y la he recorrido cantando, tanto a la ida como a la vuelta. En medio estaba el mar, al fondo Cabrera, en el fondo un pez muy extraño que me ha tenido un buena rato ensimismada.
Ay, Felanitx, que este año ha tocado verlo de día. Y ay de las carreteras que nos llevan de Palma al mar y del mar a otros sitios.
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