Podría escribir los versos más tristes [esta noche]

[...]
-¿Y tú?
[...]
-Yo genial, por cierto.
-Oh yeah, why genial? [...] Genial sounded like you’re doing especially great today.


* * *

Y sí, generalmente estoy genial, no porque esté especialmente bien, sino porque elijo estar así. Cada día podría, como todo el mundo, elegir mil motivos por lo que no estarlo, pero también hay otros mil, o más, que tiran en la dirección contraria. Y yo me dejo llevar.
Podría pensar en mi padre, ese señor; o en Jordi, ese chico que a días no entiendo para nada; o en mis eternos problemas y luchas internas; o en los de mi hermana, que por suerte cada vez son más pequeños mientras ella es más grande; podría autocompadecerme cada día por lo que no puedo hacer; podía haber llorado mis vértebras durante meses, y seguir haciéndolo; podría hablar de mi familia, así, en general; podría pensar en lo difícil que es mudarse una y otra vez, aunque sea por elección propia; podría pensar en muchas cosas, pero también puedo no hacerlo.

Y aquí estoy, con un resumen tremendamente escueto de lo que me rodea, escribiendo una vez al mes, aprox, sobre todo lo contrario, sobre lo que quiero.

-¿Por qué el ser y no la nada?, preguntaba Manú una y otra vez. -Porque el ser es, punto. Y yo soy así.

* * *

Ayer murió la Tía Nena, y todas las frivolidades de esa mañana, todas las cosas que me hacen sonreír incluso estando sola -oh dios, ¡qué tonta estoy a veces!- quedaron aparcadas por un rato. ¡Qué lejos estaba esa caña horrible en vaso de plástico a mediodía!... y la conversación que la acompañó. ¡Qué lejos quedaba esa reunión extraña en el Flexas!, y sólo una hora antes de saber la noticia. Ayer tocaba estar con la familia, la que me ha tocado, y no aquella que he elegido y que quiero muchísimo. Ayer tocaba volver a conducir y pasear y ver el mar, el eterno refugio. Ayer tocaba aclarar las cosas, recordar otras muchas. La Tía Nena, esa señora del sur del sur, una mujer de la que solo tengo unos pocos recuerdos, de una visita relámpago a Santiago cuando yo tenía menos de cinco años, cuando yo todavía era chilena. Y sin embargo la recuerdo con cariño; recuerdo su cara, sus ojos pequeños y redondos, su piel morena y la marca del sol bajo su reloj, también pequeño. Recuerdo el cariño que le tenía mi madre, que siempre hablaba de ella. Recuerdo. Recuerdo todas estas cosas casi como fruto de mi imaginación; el Chile de mi infancia tiene mucho de leyenda, de mundo perdido, de un mundo tan extraño, que mi hermana desconoce por completo, o casi -y es una pena, o casi-. Santiago, Pirque -más que cualquier otro lugar- son lugares que a ambas nos gustan, pero que no generan en absoluto los mismos sentimientos.

Y sin embargo no puedo decir que la echaré de menos, pero sí que siento mucho y por muchas razones que ya no esté viva. Como siento que aquel mundo del sur y de mi infancia cada vez vaya quedando más y más atrás.

Adiós, Elena. (Recién ayer supe su nombre).

* * *

La llamada de la vida es siempre más fuerte que la llamada de la muerte. Por eso nadie se sorprendió cuando mi padre al acabar de enterrar al abuelo nos miró a todos y dijo: vamos a la fiesta.

Así que sí,

podría escribir los versos más tristes [esta noche]
… pero no quiero.

Comentarios

  1. Me gustó mucho el texto. Lo siento por tu tia, espero que anden bien por casa.
    Yo mimitos tú.

    y aunque no diga mucho te lo digo todo misifú.

    Besitos de ensaimada con crema pastelera y nueces

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  2. Són els records els que conten, subjectius, nostres, més aviat dinàmics… no se si a tu també te passa, però a nes meus records de la infància tot és molt més gran i les cares més borroses… No vull que partiu...

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