Pequeño desastre animal.

Veintitrés de septiembre de dos mil trece. Hace un año y dos días, creo, me fui a mi primer pueblo, y dos semanas, creo, después, a mi casa de pájaros. Aeropuerto, cafeses, pasteles, filolocos y filoloco consorte, mamá. Y así llegué a Bélgica, België. Klaara me esperaba en el aeropuerto, Ferran y Gerard en Bruselas. Así fue durante nueve meses.
Todo empezó con paseos por la no tan gran ciudad en el día sin coches. Todo siguió con cervezas en Le Dillens, La Maison du Peuple y otros lugares que se harían más nuestros a medida que pasaban los días, las semanas, los meses. Todo siguió con comidas y cenas de gordos, de gordos de comer. Y todo acabó así. 
Casa de pájaros, champagne, cena ligera, filoloco y filósofo, escaip y feisbuc, respecitvamente. Dimitri me llevaba al aeropuerto. Nadie me esperaba en Palma*. Así acabaron los nueve meses.

Y llegué a mi casa, que ni era la de las flores ni era la de pájaros: era mi casa, la casa del árbol y de las fotos; la pieza desordenada que sigue siendo. Y así estuve una semana, con una maleta sin deshacer, un examen por hacer, unas cervezas por beber y unos amigos con los que estar -y otros con los que todavía no, pero sí-, no necesariamente en ese orden. Así pasó la semana.

Y me fui a Suecia. Desconcierto -resaca, despertar fuera de casa en mi antigua no casa-, entrevista, hacer la maleta de aquella manera aleatoria. Ferran me llevaba al aeropuerto. Alejandro me esperaba en Estocolmo. Todo siguió con días larguísimos, horas de clase y cervezas caras y noches sin dormir -al principio- y despertares muy vespertinos -más tarde-. Así pasaron dos semanas que no quería que terminaran.

Y llegué a mi casa otra vez. Veinte días tardé en deshacer la maleta, pero mi pieza sigue desordenada. Trabajo, niños, saltar durante horas, cervezas con amigos, gin tonics con amigos, cafeses -la mayoría en el trabajo-, cenas y noches sin dormir -casi todas- y playa, murada, mar, películas que nunca llegamos a ver. Así pasó el verano.

Seis de septiembre de dos mil catorce. Después de la semana que resumió el verano -más noches sin dormir, más cervezas, menos cafés, más mar y más tiempo-; después de Els amics de les arts, de la barca, de Sa Calobra, de todo. Sibil·la, puerto, cervezas matutinas, dormir en el barco, Valencia, Unhate Café, coche, Marcos y Chris. Así llegué a San Sebastián, cansadísima. Y aquí estoy. Empiezan otra vez los nueve meses. El verano es otra cosa.

...and I think I'll blow my brain against the ceiling.

* Que sí que había gente esperando en aeropuerto, lo que pasa es que estaban tomando cañas.

Comentarios

  1. Mucha suerte en estos nueve meses, quiero verte pronto ya sea en Suecia, en Mallorca o en San Sebastián! ^^

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