Vakantie
DÍA 1 - Palma-Banyalbufar-Esporles-Palma
Bajábamos con prisa la carretera con curvas. Conducía Marta. Bajábamos sin gasolina la carretera con curvas. Llegábamos tarde, por mi culpa.
Llegábamos tarde a escuchar a la tierra. Llegábamos tarde a escucharla a ella. Guitarra, piano y voz, y la tierra, y ella. El mar estaba de un lado; la montaña, del otro: no había más. Sentados en el suelo vivíamos aquello. Sentados en el suelo comimos, miramos, escuchamos. La escuchamos a ella, los banderines blancos de papel la acompañaban, las niñas aburridas también. Una hora, una hora y media, un tiempo después, ya no la escuchamos más: se había terminado la tarde y había caído la noche. Era hora de cenar. Montaña y mar y nosotros en medio.
Subimos sin prisa la carretera con curvas. Conducía Marta. Subíamos sin gasolina la carretera con curvas. Llegamos bien.
Estábamos bien sin saber donde íbamos. Dejamos el mar y entramos en la montaña. Paramos, bajamos, comimos. Los llonguets en el pueblo; nosotros y la comida nos definimos igual. Sentados en la plaza, en una sillas en la plaza, frente a la bebida y la comida, hablamos, estuvimos, fuimos. Una hora, una hora y media, un tiempo después, ya no comíamos más. Se había terminado la cena y empezaba a refrescar. Era hora de irse. Yo tenía sueño, mucho. Montañas y nosotros entre ellas.
Bajábamos sin prisa la carretera con curvas. Conducía Marta. Bajábamos sin gasolina la carretera con curvas. No sabíamos si llegaríamos.
Llegamos bien.
DÍA 2 - Palma-Escorca-Inca-Palma
Bajábamos sin prisa la carretera con curvas. Conducía Juan. Bajábamos con gasolina la carretera con curvas. Llegábamos tranquilos, de eso se trataba.
Llegábamos tranquilos a mirar las rocas y el mar. Y la gente. Mirábamos con amor a las rocas y al mar. No a la gente. Agua dulce, agua salada, peces, medusa, rocas; y nosotros entre y sobre ellas. Colación colectiva a la no tan orilla del mar. Para algunas cosas aún somos niños. O no. Nadar, hablar, estar. El rollo de siempre. A lo lejos una cabra nos interrumpe. Marta se tapa. Si no la ve, no la ven. Para algunas cosas aún somos niños. O no. Dos horas, tres horas, un tiempo después hablamos de irnos. No lo hacemos. No queremos. La luz del sol amenaza con irse y nos anuncia la tarde. No queremos que venga. No queremos irnos. Dormir, nadar, dormir, hablar. Siglo XIX, siglo XXI. Nosotros en medio tumbados sin hacer nada. Haciéndolo todo. Cinco minutos, diez minutos, un tiempo después nos levantamos. El sol se va y nosotros con él. Limpieza y caminata. Paradas y observaciones. Un cotero descansa al fondo. Nosotros no. El helicóptero en el agua y nosotros en las rocas. Volvíamos a casa.
Subíamos sin prisa la carretera con curvas. Conducía Juan. Subíamos tranquilos la carretera con curvas. Subíamos genial. Terrazas y rocas. Olivos y cabras. Nosotros en medio de la Luna sin querer volver a la Tierra. Un alemán grita. Un alemán no lo entiende. Subíamos sin prisa la carretera con curvas. Subíamos tranquilos, que de eso se trata.
Paramos a tomar cerveza. Estábamos tranquilos en un pueblo feo.
Bajábamos con prisa la carretera sin curvas. Conducía Juan. La calma se quedó entre las rocas: volvíamos a casa.
Llegamos bien.
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